Y finalmente en los tres estudios existe un apartado especial dedicado a los deportes de
aventura.
En 1995 a la pregunta de si “realiza algún tipo de actividad física de aventura en la
naturaleza”, citando como ejemplos el ciclismo todo terreno, ala delta, puenting, descenso
de aguas rápidas, etc., quienes practicaban deporte en la actualidad respondían
afirmativamente en un 16 % y negativamente en un 84 %. Los porcentajes apenas
experimentaban variación en 1997. Un 19 % respondía afirmativamente y un 81 %
negativamente. Y lo mismo sucedía en 2000: un 15’6 % respondía afirmativamente y un
84’2 % negativamente. Es también significativo que tanto en 1995 como en 1997 el
porcentaje de hombres que practicaba deportes de aventura doblaba al de mujeres.
Quienes practicaban deporte de aventura fueron preguntados en 1995 sobre qué medio
natural realizaban principalmente dicha actividad: un 86 % respondió que sobre tierra
(ciclismo todo terreno, trekking, etc.); un 9 % dijo que en agua (descenso de barrancos,
rafting); y un 4 % indicó que en el aire (ala delta, puenting, cuerda elástica); y un 1 % no
contestó. Planteada la misma pregunta en 2000, los porcentajes fueron éstos: un 76 %
respondió que sobre tierra; un 15’7 % dijo que en agua; y un 4’9 % indicó que en el aire (ala
delta, puenting, cuerda elástica); y un 3 % no contestó.
Un último dato. En 1995 y en 2000 se preguntó a quienes no practicaban ningún deporte
por las dos razones principales por las que no lo practicaban. Entre las diversas respuestas
posibles, no se preveía directamente el riesgo físico que entrañaba su práctica: simplemente
se hablaba en general de la salud (aunque en 1995 sólo un 5 % la mencionaba en primer
lugar y un 7 % en segundo; los porcentajes en 2000 son muy similares: 6’6 % y 7’8 %,
respectivamente). De ello puede extraerse una idea, siquiera provisional: con carácter
general, la práctica deportiva no se percibe como un riesgo de accidentes suficientemente
elevado para desincentivar su práctica.